Radio Betania 18.05.2022 //Campanas// Están llamados a dar testimonio en su vida cotidiana del valor y la belleza de este sacramento, salvaguardando de esta manera no solo la unión entre ustedes esposos, sino la familia y la misma sociedad, pidió Mons. Sergio Gualberti, a las más de 200 parejas que participaron de la renovación de las promesas matrimoniales en la Arquidiócesis de Santa Cruz, el domingo 15 de mayo, en la clausura de la Semana de la Familia.
Así mismo el prelado aseveró que, la debilidad de la familia, hace una sociedad débil. Por eso, el ejemplo de ustedes esposos, ante sus hijos y la sociedad, vale más que todas sus palabras: “Qué el Señor bendiga a ustedes esposos y a sus familias todos los días de su vida”.
Un singular acontecimiento se vivió en Santa Cruz este fin de semana, cuando más de 200 parejas renovaron sus votos matrimoniales en la Catedral Metropolitana. Esta iniciativa formó parte de la semana de la familia que se realizó en todo el país.
De esta celebración participaron parejas de recién casados, como también parejas que llevan más de 50 años de matrimonio, la ceremonia fue presidida por Mons. Sergio Gualberti, Administrador Apostólico, con la concelebración de; Mons. Estanislao Dowlaszewicz, OFM, Conv, Obispo Auxiliar y Obispo responsable de la Pastoral Familiar, Mons. Braulio Sáez, Obispo Emérito, el P. José María Hernando, cp, Vicario Episcopal de la Vicaría San Lorenzo y Párroco de la Parroquia la Resurrección, y el P. Mario Ortuño, Capellán de Palmasola.
Con la celebración de renovación matrimonial, se revive el camino de matrimonios y familia que han recorrido, desde que han abierto sus puertas al Señor de la vida, compartiendo, las penas, alegrías, ilusiones, proyectos que anidan en el corazón de los miembros de la familia.
Las familias de los matrimonios acompañaron, tomaron fotos y hasta derramaron lágrimas por tan maravilloso gesto de amor plasmado en la renovación de las promesas matrimoniales, las mismas que realizaron el día de su matrimonio.
Monseñor Sergio al iniciar su homilía afirmó que esta celebración, es la ocasión para que las esposas y esposos, renueven su consentimiento, el sí de amor recíproco y fiel del día de su matrimonio ante Dios y la Iglesia, dando inicio a la familia. El sí, bendecido por el Señor, los ha hecho crecer en el amor y ha engendrado la vida de sus hijos
Así mismo resaltó que, la familia es el resultado del designio inicial del Dios de la vida, llamando a la pareja humana a colaborar en dar vida. Nos lo recuerda Jesús al hablar del matrimonio: «Desde el principio de la creación, “Dios los hizo varón y mujer, por eso el hombre dejará a su padre y a su madre”, y los dos no serán sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». El matrimonio se funda sobre el amor entre un varón y una mujer, que libremente y por amor dejan la familia natal, para iniciar juntos una nueva familia.
En el libro del Génesis, Dios aparece como un alfarero que toma un poco de arcilla y modela al varón y luego le insufla Su Espíritu. En ese momento, esa tierra inerte cobra vida participando del espíritu de Dios: aquí está, la identidad y grandeza del ser humano.
Adán, está rodeado por animales, pero «entre ellos no encuentra la ayuda adecuada», su mirada es de arriba hacia abajo. Por eso Dios dice “no conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada». Nosotros no hemos sido creados para estar solos, sino para relacionarnos y comunicarnos con nuestros símiles.
La diversidad y especificidad de cada uno no es superioridad, ambos igual grandeza, dignidad y derechos a fin de que se realicen y se complementen recíprocamente: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó». La «imagen de Dios» son ambos, «varón y mujer»; el amor fecundo de la pareja humana es «imagen» viva, eficaz y visible del amor creador de Dios.
De igual manera Monseñor Sergio pidió: «Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». Una unión de amor por toda la vida que ninguna institución ni ley puede atribuirse el derecho de romper; el plan de Dios no cambia según la moda, las circunstancias y el tiempo.
Así también Monseñor afirmó que, por Jesús el matrimonio no solo es signo de la alianza inquebrantable de Dios con la humanidad, sino que es el sacramento, el signo que hace presente el amor fiel y total de Cristo por la Iglesia: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”.
Por eso, la Iglesia no puede aceptar el divorcio, porque es contrario al plan originario de Dios y su ser sacramento del amor de Cristo: “Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”, dijo el prelado.
El matrimonio cristiano es un “don” y no un “yugo”; una “íntima comunidad de vida y de amor conyugal”, en la que los esposos se santifican, viviendo la vida de comunión con ternura y con amor fiel y fecundo, formando la familia base fundamental de la sociedad y de la comunidad eclesial.
Al finalizar su homilía Monseñor Gualberti indicó que, la propuesta cristiana del matrimonio ha encontrado siempre resistencia en ponerla en práctica; infidelidades, machismo, alcoholismo y otras causas han sido y siguen siendo motivo de divorcios. Hoy corrientes de pensamientos, bajo el pretexto de modernidad y de la libertad individual, hieren la propia naturaleza y fundamentos humanos del matrimonio y familia. Imponen leyes que equiparan uniones de personas del mismo sexo con el matrimonio heterosexual y que reconocen la ideología de género, modificando la identidad y los roles originarios del varón y de la mujer.
Antes de la bendición final, las parejas presentes renovaron sus votos matrimoniales, actualizando el sacramento que ya recibieron y en cual se comprometieron a respetarse y amarse durante toda la vida. Se vivió un momento muy especial en el cual las parejas se tomaron de la mano, con una mirada profunda y en el cual reafirmaron que vale la pena luchar por el amor y por la familia en Cristo resucitado.