En el Primer Libro de los Reyes se narra la historia del profeta Elías, cuya nación, Palestina, pasaba grandes dificultades originadas por una gran sequía.
Elías subió al Monte Carmelo y pidió a Dios que diera punto final a tal situación. Al séptimo día, a Elías se le mostró una señal que acudía a él desde el mar, era una pequeña nube que llevó la lluvia.
Elías, desde entonces, meditó en el Mesías que era esperado como una lluvia salvadora para su pueblo, y en la Madre del Mesías, que sería como aquella nube que trajo la lluvia. Muchos siglos después nació Jesús, de María la Virgen.
Sobre ese monte hubo, después de Elías, una comunidad de profetas que adoraban a Dios y pedían la venida del Mesías. Esa comunidad reconoció en Cristo al esperado y desde entonces en ese monte se veneró a la Madre del Mesías, a María, a la que llamaron cariñosamente “Estrella del mar”, Stella Maris, y eventualmente fue conocida como la Virgen del Carmen.
Fue así, que desde ese entonces la Virgen del Carmen es considerada como la gran intercesora en los tiempos difíciles.
Súplica a la Virgen del Carmen
Madre amada Virgen del Carmen,
tengo muchas dificultades: te pido por favor, ayúdame.
De los enemigos del alma: madre mía, sálvame.
En mis desaciertos: por favor, ilumíname.
En mis dudas y penas: te suplico, confórtame.
En mis enfermedades: ten misericordia y fortaléceme.
Cuando me desprecien: por favor anímame.
En las tentaciones: tú que has vencido, defiéndeme.
En horas difíciles: necesito de ti, consuélame.
Con tu corazón maternal: ámame.
Con tu inmenso poder: protégeme.
Y en tus brazos cuando muera: te lo ruego, recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén.