El Cardenal Julio Terrazas gastó su vida al servicio de Dios, de la Iglesia y del prójimo, afirmó Mons. Sergio

Radio Betania 10.12.2020 //Campanas//. Esta noche, celebramos el 5º aniversario de la partida a la casa del Padre de nuestro querido Arzobispo Cardenal Julio Terrazas, el Servidor de todos que ha gastado su vida al servicio de Dios, de la Iglesia y del prójimo, afirmó Mons. Sergio Gualberti desde la Catedral.

Hoy miércoles 9 de diciembre la Iglesia Católica en Santa Cruz recordó la memoria y el legado del primer Cardenal boliviano, con una celebración Eucarística que fue presidida por Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz y concelebrada por los Obispos Auxiliares; Mons. Braulio Sáez, Mons. Estanislao Dowlaszewicz y el P. Juan Crespo,  Vicario General.

Hasta la Basílica Menor de San Lorenzo Mártir, llegaron Sacerdotes Diocesanos, Sacerdotes Redentoristas  Religiosas, Religiosos, Laicos y familiares.

El Arzobispo de Santa Cruz aseguró que desde su juventud hasta su muerte, el Cardenal ha sido un verdadero misionero de Cristo Redentor, el mensajero del Dios de la vida, que anunciaba el Evangelio con mucha pasión y  valentía, con una palabra convincente que venía más del hondo de su corazón y de su experiencia personal de Dios. El Dios de Jesucristo en quien creía firmemente, el Dios de la vida, su expresión favorita, el Dios de los pobres, de los sufridos y de los últimos.

Esta pasión por el Señor llegó a la vida de tantas personas, que se acercaron al Señor, fortaleció en su fe a tantos otros y cautivó a tantos jóvenes y señoritas que tomaron la decisión de consagrar su vida al Señor. Algunos de ellos quisieron seguir su ejemplo, fueron al seminario para recibir la formación adecuada para ser sacerdotes y ahora desempeñan su ministerio pastoral en nuestra Iglesia, dijo el prelado.

Así mismo destacó que no todo fue fácil para el Cardenal, no todos supieron valorar y agradecer su servicio, no solo a la Iglesia sino a nuestro país, buscando favorecer el diálogo para solucionar los problemas, evitar divisiones y ser forjador de paz.

Por el contrario aseguró Monseñor , su entrega en el anuncio del Evangelio, su particular atención a los últimos y pobres, los preferidos del Señor y su amor a la verdad le acarrearon tantas dificultades, incomprensiones e injustos ataques, sin embargo nunca claudicó y tuvo siempre la fortaleza para seguir adelante, gracias a su fe inquebrantable en Jesucristo.

En el Evangelio de esta noche, también Jesús nos hace una invitación: “Vengan a mí ustedes todos que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Vengan a mí, ustedes todos”, Sus palabras dan aliento y serenidad a todos los que están cansados y agobiados por ser perseguidos a causa del Evangelio, pero también a todos los que sufren por las maldades e injusticias del mundo, como la gente pobre de su tiempo que llevaba sobre sus hombros las cargas impuestas por los poderosos.

El Arzobispo aseveró  que esta  invitación de Jesús se dirige también a todos nosotros que vivimos este tiempo de dolor, agotamiento, desconcierto y miedo por la pandemia; nos pide ir donde él, poner todas nuestras penas y preocupaciones en su corazón, porque Él está siempre dispuesto a aliviar nuestras angustias y reavivar nuestra esperanza. “Y Yo los aliviaré”; en Jesús y solo en él termina el cansancio y desánimo, y encontramos alivio y consuelo, porque su amor es nuestro hogar y descanso.

Podemos decir que el cardenal Julio en verdad ha cargado junto al Señor el yudo del Evangelio y lo ha testimoniado con tanto ardor y gozo. Su recuerdo y, sobre todo, su testimonio iluminan la dura situación que estamos viviendo, nos abre a la esperanza y nos anima seguir su ejemplo, a ser personas de fe que creen en el Dios de la vida, el que tiene la última palabra sobre la muerte y el mal. Vamos a orar por el Cardenal y por el misionero redentorista P. René Heim su sincero amigo y hombre amable y de gran calidad humana, que trabajó con tanta entrega y entusiasmo por largos años en nuestra Iglesia en Bolivia y en Santa Cruz y que ha fallecido hoy en Francia. Pidamos al Señor que reciba a estos dos grandes misioneros y a todos nuestros hermanos difuntos, en su Reino de luz y de paz, concluyó el Arzobispo.

En el seno de una familia humilde y numerosa, un 7 de marzo de 1936, en una tierra de coplas, ambrosía y ’empenizau’ donde el valle se abre bajo la sierra, nació Julio Amaly Terrazas Sandóval, uno de los hijos más dignos que ha tenido la ciudad de Jesús y Montes Claros de los Caballeros de Vallegrande, que llegó a convertirse por voluntad de Dios en el primer Cardenal Boliviano.

El Cardenal Julio fue un guía espiritual para muchos líderes bolivianos. Oriundo de Vallegrande, descubrió su vocación religiosa  desde temprana edad. El  29 de julio de 1.962  fue ordenado sacerdote, y cinco años más tarde Vicario de Vallegrande. Fue ordenado Obispo el 8 de junio de 1.978 y nombrado Obispo Auxiliar de La Paz. Lo designaron Obispo de Oruro el 9 de enero de 1982 y posesionado el 25 de marzo. El 5 de febrero de 1.991, el Santo Padre Juan Pablo II, lo nombró Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra y fue posesionado el 14 de abril del mismo año. Creado Cardenal por el Papa Juan Pablo II en el Consistorio del día 21 de febrero del año 2.001.

Terminada la Celebración Eucarística, ingresaron en una procesión encabezada por el Arzobispo, los Obispos Auxiliares, Sacerdotes, Religiosas y Familiares, hasta la Capilla del Santo Sepulcro, donde descansan los restos mortales del Cardenal Julio.

Homilía de Mons. Sergio Gualberti, Arzobispo de Santa Cruz

5 años del fallecimiento del Cardenal Julio/9/12/2020

 

Esta noche, además de recordar en esta Eucaristía a varios hermanos difuntos y a orar por diversas intenciones, celebramos el 5º aniversario de la partida a la casa del Padre de nuestro querido Arzobispo Cardenal Julio Terrazas, el Servidor de todos que ha gastado su vida al servicio de Dios, de la Iglesia y del prójimo.

Desde su juventud hasta su muerte ha sido un verdadero misionero de Cristo Redentor, el mensajero del Dios de la vida, que anunciaba el Evangelio con mucha pasión y  valentía, con una palabra convincente que venía más del hondo de su corazón y de su experiencia personal de Dios. El Dios de Jesucristo en quien creía firmemente, el Dios de la vida, su expresión favorita, el Dios de los pobres, de los sufridos y de los últimos.

Esta pasión por el Señor llegó a la vida de tantas personas, que se acercaron al Señor, fortaleció en su fe a tantos otros y cautivó a tantos jóvenes y señoritas que tomaron la decisión de consagrar su vida al Señor. Algunos de ellos quisieron seguir su ejemplo, fueron al seminario para recibir la formación adecuada para ser sacerdotes y ahora desempeñan su ministerio pastoral en nuestra Iglesia.

Pero no todo fue fácil y no todos supieron valorar y agradecer su servicio, no solo a la Iglesia sino a nuestro país, buscando favorecer el diálogo para solucionar los problemas, evitar divisiones y ser forjador de paz.

Por el contrario, su entrega en el anuncio del Evangelio, su particular atención a los últimos y pobres, los preferidos del Señor y su amor a la verdad le acarrearon tantas dificultades, incomprensiones e injustos ataques, sin embargo nunca claudicó y tuvo siempre la fortaleza para seguir adelante, gracias a su fe inquebrantable en Jesucristo.

Él ponía su confianza, no en sus grandes dotes humanas, sino en Jesús y en su promesa a los apóstoles y a toda la Iglesia. “Yo estaré con ustedes hasta el fin de la historia”.  Confiaba en el reinado de amor y de vida del Padre, en el Señor que vino en medio de nosotros para estar y caminar con nosotros.

Es lo que proclama el profeta Isaías en la lectura que acabamos de escuchar: “El Señor da fuerza al cansado y al débil le aumenta su vigor… y los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como águilas, corren sin cansarse, caminan sin fatigarse”. El Señor le ha dado su fortaleza moral y espiritual haciendo posible que siguiera en misión de pastor a pesar de las limitaciones de su enfermedad.

En el Evangelio de esta noche, también Jesús nos hace una invitación: “Vengan a mí ustedes todos que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Vengan a mí, ustedes todos”, Sus palabras dan aliento y serenidad a todos los que están cansados y agobiados por ser perseguidos a causa del Evangelio, pero también a todos los que sufren por las maldades e injusticias del mundo, como la gente pobre de su tiempo que llevaba sobre sus hombros las cargas impuestas por los poderosos.

Esta invitación de Jesús se dirige también a todos nosotros que vivimos este tiempo de dolor, agotamiento, desconcierto y miedo por la pandemia; nos pide ir donde él, poner todas nuestras penas y preocupaciones en su corazón, porque Él está siempre dispuesto a aliviar nuestras angustias y reavivar nuestra esperanza. “Y Yo los aliviaré”; en Jesús y solo en él termina el cansancio y desánimo, y encontramos alivio y consuelo, porque su amor es nuestro hogar y descanso.

A continuación Jesús nos hace un llamado: “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”. Él nos invita a cargar su yugo, no un yugo impuesto con la fuerza, sino un yugo liviano y a asumir libremente.

El yugo, no es solo signo de las exigencias y responsabilidades que implica el seguimiento del Señor y ser sus discípulos, sino sobre todo es signo de nuestra unión con él, porque el yugo se lleva entre dos y, en este caso, es signo de que cada uno de nosotros carga juntos con Jesús la misión confiada por Dios. Unidos a Cristo, el yugo se vuelve liviano para llevar, fácil para recorrer el camino del amor, la misericordia y la compasión y hacer de nuestra vida un don de amor al servicio de la Buena Noticia del Reino de Dios en un mundo sediento de amor, de justicia y de paz.

Podemos decir que el cardenal Julio en verdad ha cargado junto al Señor el yudo del Evangelio y lo ha testimoniado con tanto ardor y gozo. Su recuerdo y, sobre todo, su testimonio iluminan la dura situación que estamos viviendo, nos abre a la esperanza y nos anima seguir su ejemplo, a ser personas de fe que creen en el Dios de la vida, el que tiene la última palabra sobre la muerte y el mal. Vamos a orar por el Cardenal y por el misionero redentorista P. René Heim su sincero amigo y hombre amable y de gran calidad humana, que trabajó con tanta entrega y entusiasmo por largos años en nuestra Iglesia en Bolivia y en Santa Cruz y que ha fallecido hoy en Francia. Pidamos al Señor que reciba a estos dos grandes misioneros y a todos nuestros hermanos difuntos, en su Reino de luz y de paz. Amén

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