Radio Betania 08.02. 2022 Hace cinco años –el 7 de febrero de 2017– fue secuestrada, en Mali, Gloria Cecilia Narváez. La religiosa colombiana, en libertad desde octubre de 2021, habló de su experiencia tras ser liberada y manifestó que quiere seguir siendo misionera a pesar del calvario que tuvo que atravesar.
“Dios me dio la oportunidad de vivir, mi vida está en sus manos y oro constantemente mientras llega el momento de volver a misionar”.
Con total convicción y reafirmando su vocación, la hermana Gloria Cecilia Narváez dijo que desea continuar sirviendo a los más necesitados. Esto puede ser en cualquiera de los países donde está presente su congregación, las Franciscanas de María Inmaculada.
“El Señor me dio esta valentía para mantener la esperanza a pesar de las cadenas, el silencio y la soledad que viví durante mi secuestro. Definitivamente las oraciones me sostuvieron”, aseguró.
El 7 de febrero de 2017, mientras cumplía una misión en la aldea de Karangasso (Mali, África), la religiosa colombiana fue secuestrada por un grupo yihadista vinculado a Al Qaeda.
Gracias a su fe, y a las oraciones, Gloria Cecilia soportó cuatro años y ocho meses de cautiverio en el desierto africano, hasta que fue liberada el 9 de octubre de 2021. Han transcurrido cuatro meses desde que recuperó la libertad. Durante ese tiempo volvió a su país, se reencontró con su familia, sus amigos y sus hermanas de comunidad.
Amor a la Eucaristía
La hermana Gloria Cecilia es tranquila. Ella habla de forma pausada y no se cansa de agradecer a las miles de personas que, incluso sin conocerla, clamaron por su liberación mientras ella sufría las inclemencias del desierto.
Aleteia habló con ella hace pocos días. Lo hizo mientras visitaba a sus primos en el municipio de Buesaco (Nariño) en el suroccidente de Colombia, muy cerca de la vereda El rosal del monte, donde nació.
Carmen Esperanza Cabrera, una de sus primas, contó que en el pueblo la recibieron con una alegría inmensa:
“Se la llevan de una lado para el otro, todos quieren verla y el día se hace corto. La emoción de nosotros es grandísima, ella es un testimonio de vida, un milagro de Dios”.
La religiosa llegó a Colombia después de pasar varias semanas en Italia, donde saludó al papa Francisco. Allí también se encontró con el sacerdote Pier Luigi Maccalli que estuvo secuestrado por la misma época en África. También con dos de las tres monjitas que la acompañaban al momento del secuestro, las colombianas Sofía y Clara, mientras que Adelaide continúa en Benin.
Una vez en Pasto (capital del departamento de Nariño) volvió al Santuario Eucarístico de Maridiaz, a cargo de las Franciscanas de María Inmaculada. Lo que más felicidad le ha dado ha sido, precisamente, volver a recibir la Eucaristía:
“Ha sido algo grandioso, cada vez la recibo con más fervor. Me hacía mucha falta, aunque en la arena del desierto yo dibujaba un cáliz, un sagrario y una velita y para unirme espiritualmente a mis hermanas, en un acto de fe, repetía la diariamente la misma plegaria: ‘Es justo y necesario darte gracias aquí, en todo momento y en todo lugar, a ti Padre Santo… ‘”.
Escribe para sanar el alma
Además de compartir con su gente y atender numerosas invitaciones, la hermana Gloria ha disfrutado los platos típicos de su región y se ha emocionado al escuchar las canciones del folclor local. También manifestó que no deja de admirarse y disfrutar de la naturaleza, especialmente de las numerosas fuentes de agua en el campo, a diferencia de la sequía y la sed que soportó durante el cautiverio.
A pesar de todas estas bendiciones que ha recibido, fue “una experiencia dura” asumir a su regreso la muerte de su mamá, quien falleció mientras ella estaba secuestrada.
“Fue difícil volver y encontrar ese vacío tan grande, pero me reconforta el cariño de mi familia, de las hermanas y de mi pueblo”.
Doña Rosita rezaba diariamente con el Rosario para pedir por su hija y no hay duda de que sus plegarias fueron escuchadas.
El psicólogo de Gloria Cecilia
Para sanar todo el dolor y los recuerdos de esos años, la hermana Gloria Cecilia hace oración en silencio y soledad. Durante un mes, como terapia, escribía en las mañanas sus experiencias. Luego las leía ante el Santísimo, en la capilla de adoración perpetua, de tres a seis de la mañana.
“He trabajado mucho haciendo terapias de oración para sanación y cuando regrese, después de estar con mi familia, voy a continuar haciendo ese ejercicio. Sé que me va a servir porque tengo al mejor psicólogo, que es Jesús”, contó a Aleteia.
Así, la hermana Gloria Cecilia seguirá preparándose para volver a llevar el espíritu franciscano a las comunidades. “Mientras tanto, seguiré dando gracias a Dios por el milagro de vivir y dando a todos una palabra de libertad”.
Fuente: Aleteia