En la misa con el Papa por radio
Con una mirada cansada pero esperanzada, el padre Maccalli explica que su diálogo con los secuestradores nunca se caracterizó por la violencia: «Al contrario, siempre me respetaron. Nunca he recibido gestos de castigo. Incluso me permitieron usar una pequeña radio con la que pude escuchar la Radio Vaticana en ondas cortas el mismo día de Pentecostés: era la misa celebrada por el Papa Francisco. Una gran alegría en un momento difícil, de profunda tristeza».
El dolor transfigurado por la fe
El Padre Maccalli cuenta ante nuestros micrófonos que el dolor que ha afectado a su cuerpo no es físico sino interno: «Hice todos los controles médicos, incluyendo un electrocardiograma y no encontraron nada. Pero le dije al cardiólogo: la herida que hay en mi corazón es invisible a los ojos. Todo esto, sin embargo, está transfigurado por la fe. Cada cristiano tiene su cruz que llevar, pero cada cruz tiene su Pascua: siempre se levanta de nuevo».
Oración «encadenada» por todos los misioneros
El Padre Maccalli se conmovió visiblemente cuando recordó que, durante todo el período de su encarcelamiento, nunca dejó de querer ser misionero: «En esos momentos me dije: mis pies no pueden caminar, pero mi corazón no está encadenado, el Evangelio no está encadenado. Lo que puedo hacer lo hago con la oración, apoyando también a los otros misioneros que llevan la Palabra de Dios a África y al mundo. He aquí que mi condición de misionero ha sido apoyar con la oración a todos los suburbios del mundo».
El Papa recibe al misionero Pierluigi Maccalli