ASAMBLEA DE OBISPOS DE BOLIVIA, SALUDO DE INAGURACIÓN.

Radio Betania 13.04.2021 // Iglesia Viva //. Hoy se inauguró la CVIII Asamblea de Obispos de Bolivia desde la Casa Cardenal Maurer de la Arquidiócesis de Cochabamba, en un encuentro semi presencial en el que los Obispos de Bolivia abordarán distintos temas del 12 al 16 de abril. En el discurso de inauguración Mons. Ricardo Centellas, Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana y Padre. Febin Sebastian, Encargado de Negocios de la Nunciatura Apostólica de Bolivia, agradecieron la presencia de los prelados y los Obispos que acompañan de manera virtual, así también la presencia del Cardenal de Bolivia Mons.Toribio Porco Ticona.

A continuación compartimos el saludo de inauguración:

DISCURSO DE INAUGURACION, CVIII ASAMBLEA DE OBISPOS DE BOLIVIA.
Abril de 2021

Bienvenidos hermanos Obispos a esta CVIII asamblea. Es una bendición de Dios encontrarnos de manera presencial, en tiempo de pandemia. Será una experiencia sinodal para compartir y decidir propuestas pastorales.

Saludo fraternalmente al Cardenal Toribio Porco Ticona, y al Padre Febin Sebastian, representante de la Nunciatura Apostólica.
Mons. Renán Aguilera, nuevo Obispo de Potosí, bienvenido a la Conferencia y mis oraciones por su fecunda misión. Mons. Aurelio Pesoa, Vicario Apostólico de Beni y Mons. Pascual Limachi, Prelado de Corocoro, recientemente posesionados, y Mons. Giovanni Arana, Obispo electo de El Alto, felicidades y toda la fuerza del Espíritu en su nueva responsabilidad. Mons. Julio María Elias y Mons. Roberto Bordi, gracias por su trabajo en el Beni y muchas bendiciones en su merecido descanso.

En memoria de Mons. Jesús Pérez, Arzobispo Emérito de Sucre, mis oraciones y seguro, acompaña desde la casa del Padre nuestras deliberaciones. Gracias por su testimonio de cercanía y comunión.

Saludo también a los representantes de los distintos sectores de la Iglesia, y a los colaboradores de la Conferencia Episcopal, a los medios de comunicación y a todo el Pueblo de Dios.

Resucitó Cristo, nuestra esperanza, aleluya.
La resurrección de Jesús, abre nuevos horizontes a la vida del hombre, otorga a la vida histórica de Jesús una actualidad permanente. Jesús vive, es vencedor de la muerte y del pecado. La misión liberadora de Jesús no terminó con su muerte, se actualiza, cada día, en la historia concreta de cada uno de nosotros. Jesús no es algo acabado, es un testimonio de donación en acción, por eso, es nueva vida, nueva humanidad.

Tiempo pascual, oportunidad para dejarnos iluminar por Cristo, encontrar la verdad y ser libres, experimentar la fuerza recreadora y renovadora del resucitado. Resucitar todo lo que está muerto, paralizado, bloqueado, encerrado. Es un espacio para entrar en una nueva etapa de la vida, intensificando nuestra entrega en el servicio pastoral, generando compromisos comunitarios de lucha por la justicia, paz y fraternidad que se manifiesta en la solidaridad.

La dinámica de la resurrección exige una clara opción: Sembrar vida donde otros siembran muerte. Cuidar, defender y promover vida digna para todos sin distinciones de ninguna naturaleza, (sean estas culturales, políticas, religiosas o de cualquier índole) y en todo tiempo. Consolidar una vida de entrega, especialmente, en defensa de los más necesitados, los crucificados de este tiempo.

Nuestra misión
Como Iglesia tenemos la responsabilidad de formar personas y comunidades a partir de nuestro modelo de vida que es Jesús. Una exigencia actual es recuperar la integridad de la persona, frente a reduccionismos antropológicos que empobrecen al ser humano. Jesús con su pasión, muerte y resurrección restauró al hombre y orientó hacia su plenitud en el hombre nuevo inspirado en los valores del Evangelio.

En esta asamblea un tema central será la reflexión sobre el servicio que como Iglesia prestamos a la educación, tanto en colegios como en la universidad, forjando líderes capaces de donar su vida por el bien del pueblo, tan necesarios en nuestro país.
Aprovechemos la diversidad de instancias y medios que tenemos para motivar y realizar una formación integral, centrada en la persona: capaz de decidir por sí mismo, coherente con los principios humanos y cristianos y ser un aporte positivo a la sociedad para apoyar la construcción de un mundo más fraterno, solidario y humano.

Nuestra realidad.
Hace años que Bolivia está paralizada en su desarrollo integral. Tenemos demasiados conflictos, continuas expresiones de violencia y actitudes contradictorias que no ayudan a profundizar nuestra cultura de convivencia pacífica y familiar.
Vivimos una inversión de valores, donde la mentira ha sido instrumentalizada para defender intereses, como relata la Escritura: Los soldados que recibieron mucho dinero, dijeron: “Los discípulos de Jesús vinieron de noche y se robaron el Cuerpo, mientras nosotros dormíamos” (Mt 28, 12-14). Una afirmación como ésta, sólo desvirtúa la realidad de los hechos. No hay peor esclavitud que vivir aferrado a engaños, propios o ajenos, como pretexto para no asumir responsabilidades ante hechos evidentes.
Como dice el Papa Francisco: Cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar” FT 206. En una confusión social como ésta, las prioridades de Estado se pierden en atenciones secundarias.

La democracia es débil, raquítica y sin sustento institucional, no respeta la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común y no promueve la complementariedad entre todos. Pareciera ser un fin, cuando, es un medio para alcanzar el desarrollo integral de todos los bolivianos. No es una oportunidad para aprovecharse de los pocos recursos que tiene Bolivia, es cuestión de buscar un pacto social para que a través del diálogo y consenso se encuentre lo que realmente necesita Bolivia.

Es tiempo de apostar por una cultura de encuentro fraterno e integración. Nuestra diversidad cultural es una fortaleza y plataforma para la unidad. Mucho más en este tiempo de pandemia. Necesitamos apoyarnos y colaborarnos. La división, con motivos de cualquier tipo, nos destruye. Asumamos la responsabilidad de caminar juntos.
María, Madre nuestra, acompañe nuestro servicio evangelizador. Gracias.

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